jueves, 28 de mayo de 2020

ACEPTAR LAS COSAS COMO SON

 

 

Uno de los sufrimientos más comunes que nos esclavizan a la infelicidad es desear que las cosas sean distintas a como son. Está claro que asumir que hay situaciones y personas que no cambian es de vital importancia si queremos vivir en armonía. El reto que tenemos por delante pasa por aceptar lo que nos toca vivir y trabajar para estar en equilibrio.

 

Dios, dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que pueda, y la sabiduría para conocer la diferencia.”
Reinhold Niebuhr

Una de las inquietudes más comunes que sufrimos los humanos es el deseo que vivimos de que las cosas que nos acontecen sean distintas a como son en realidad. Sin ir más lejos pondré como ejemplo lo que en estos momentos está sucediendo con el Covid19. Ante esta gran crisis mundial nos gustaría que las cosas fueran como han sido hasta ahora a pesar de que la realidad indica que nada volverá a ser como antes. Hace tres meses muchos de nosotros estábamos en rebelión porque no nos gustaba la realidad, nos parecía aburrida o teníamos otros intereses, sin embargo, ahora deseamos que todo vuelva a esa realidad, a esa normalidad. Lo mismo sucede con las relaciones interpersonales. Quien tiene por pareja a alguien ruidoso desearía un carácter silencioso y este último pondrá de los nervios a quien convive con él un día tras otro.

 

¿Por qué anhelamos siempre lo que no tenemos?

Desear justo aquello que no tenemos suele ser un patrón que todos, en mayor o menor medida, hemos experimentado alguna vez (por no decir muchas veces). Algunos expertos en la materia hablan de "síndrome de la pieza faltante", es decir, tener fijación justamente por eso que no posees, llegando a veces incluso a rozar la obsesión. Si yo deseo quedarme embarazada, a mi alrededor solo veo embarazadas; si lo que quiero es un trabajo, en mi entorno no paro de ver éxito profesional. Y así podríamos seguir con una larga lista de situaciones. Es algo razonable y lógico llegar a una meta y pensar en la siguiente, el problema llega cuando, al mismo tiempo, no disfrutamos de lo que tenemos. Vivir el momento presente es la llave para disfrutar en plenitud y para ello es obvio que hay que aceptar ese momento presente.

Idealizar las situaciones nos suele jugar una mala pasada. Deseamos algo porque creemos que vamos a estar mejor pero esto no es siempre real, solo pasa en tu cabeza, puesto que hasta que no vives la situación no sabes cómo resulta. Idealizar es dar un valor a algo "a ciegas", un valor que normalmente después no se corresponde con el real. Ser consciente de todo ello es el primer paso para poder disfrutar de tu día a día.

La insatisfacción es lo que permite que progresemos pero cuando se vuelve crónica en nuestro día a día deja de ser un estímulo para teñir de negatividad nuestra vida.

Hay personas que, instaladas en la queja y la amargura, molestan a los demás y a sí mismos de forma totalmente estéril porque de nada sirve señalar lo que no funciona sin ofrecer soluciones. Se trata de un estado de insatisfacción permanente a causa del desnivel entre las propias ilusiones y la realidad. Si nuestras aspiraciones se hallan siempre a gran distancia de lo que tenemos jamás alcanzaremos la serenidad.

 

Postergar, fuente de sufrimiento

Los manuales de psicología han puesto de moda el verbo procrastinar, que significa postergar aquello que deberíamos hacer hoy. Un aplazamiento que también se produce en un nivel existencial. Muchas personas postergan la felicidad hasta que cambie la situación que están viviendo. Se convencen de que cuando encuentren un trabajo mejor o la pareja ideal, por poner dos ejemplos, se darán permiso para disfrutar de la vida. Sin embargo, este planteamiento tiene un fallo en su origen y es que nada suele resultar como esperábamos una vez que lo conseguimos. Lo que suele ocurrir es que muchas personas, cuando llega el momento tan esperado o deseado, sufren una desilusión y entonces fijamos nuevos objetivos esperando que una vez alcanzados llegue, esta vez sí, el premio definitivo. Sin embargo, esto no acostumbra a suceder ya que más que insatisfacciones existen las personas insatisfechas.

Del mismo modo que nos resulta difícil aceptar las cosas como son también nos cuesta aceptar a los demás, ya que su forma de pensar y reaccionar nunca coincidirá con nuestras expectativas.

 

Cuando aceptamos lo que somos sin intentar cambiarlo, lo que somos comienza a transformarse
Mirian Alonso

La mayoría de los conflictos que sufrimos con nuestros semejantes vienen determinados al tener esta clase de pensamientos porque esperamos que los demás se comporten de una manera determinada y de esta manera les estamos negando el derecho a su identidad. Además, al enfadarnos por estas diferencias obviamos algo muy importante: ser o actuar de modo distinto a nosotros no tiene por qué ser negativo. Afortunadamente, cada persona tiene una combinación única de defectos y virtudes. Podemos aceptar su singularidad y sacar partido de las cosas buenas que nos ofrece o bien enrocarnos y señalar al otro como enemigo.

Es obvio que lo que provoca nuestro sufrimiento no es el problema en sí, sino nuestra manera de mirar, nuestra visión. Seguro que ante un mismo hecho distintas personas tienen distintas visiones y habrá a quien le guste lo que ve y a quien no. Por ello te invito a hacer el siguiente ejercicio extraído del famoso Best Seller de Byron Katie “Amar lo que es”.

Byron Katie sostiene que ante un pensamiento negativo solo tenemos dos opciones: o nos apegamos a él o indagamos para comprenderlo. Esa última actitud y una relación constructiva con nuestro entorno nos llevarán a vivir con más calma.

1. Plasma en un papel lo que no te gusta. Toma una situación o una persona que te desagrada y especifica quién o qué provoca tu tristeza, qué es lo que no te gusta y cómo debería ser para que estuvieras satisfecha.

2. Indaga en el problema a través de estas cuatro preguntas:

a) ¿Es eso verdad?

b) ¿Tienes la absoluta certeza de que eso es verdad?

c) ¿Cómo reaccionas al tener este pensamiento?

d) ¿Quién serías sin él?

¿Qué has aprendido haciendo este ejercicio? ¿Has descubierto algo que te había pasado desapercibido hasta ahora?

Ante la circunstancia de aceptar una vivencia que estemos atravesando siempre tenemos dos opciones. Podemos apegarnos a la situación que nos disgusta creando una resistencia mayor a ella o podemos indagar para comprenderla y de esta forma tener una relación más constructiva. Esta última nos ayudará en el camino de la aceptación.

 

Sin duda, la realidad nos pone a prueba constantemente y a menudo estamos expuestos a circunstancias y relaciones indeseadas. Me he pasado la vida siendo una inconformista y una peleona. Cada vez que alguien utilizaba la palabra “aceptar” me daba cuenta de que eso no iba conmigo, pero imagínate los problemas que eso me ha causado. Resistirse a lo que es representa una de las batallas más fútiles que existen. Te desgasta y aniquila pues intentas cambiar todo a tu alrededor creyendo que así el malestar desaparecerá. Llegó un día en el que decidí que, en lugar de lamentar mi suerte, iba a preguntarme qué es lo que sí podía hacer para restablecer el equilibrio en mi vida. He tardado más tiempo del que hubiese deseado pero al fin comprendí que es necesario aceptar las cosas como me ha tocado vivirlas. Toda esta experiencia ha sido un gran reto y un aprendizaje. También he comprendido que, en lugar de buscar culpables, debemos aceptar a los demás tal y como son. Pero sobre todas las cosas me he dado cuenta de que esa falta de aceptación siempre comienza con uno, por ello cuanto más me ame y más me acepte más feliz seré.

Mirian Alonso

 

¡Comenta!

Me encantará saber cuál es la manera que tienes de no aceptarte, qué implicaciones tiene esto en tu vida y las formas que ha descubierto para darle la vuelta.

 

¡Compartir es amar!