martes, 10 de julio de 2018

UN CORTO VIAJE EN AUTOBÚS

Si te dejas sorprender por la vida, la vida te sorprende… Es algo que en cierta manera había olvidado hace tiempo.
¿No has tenido momentos en tu vida en los que has sentido que la vida fluye, que es mágica y que en cualquier momento te puedes sorprender?
Hoy he cogido un autobús para regresar a casa y he tenido una buena conversación con una casi desconocida, y digo casi porque es una vecina con la que nunca antes había hablado pero me ha hecho recordar que en muchas ocasiones y en circunstancias que no imaginas surgen encuentros interesantes con personas interesantes de las que aprendes algo, o al menos son encuentros que te hacen reflexionar lo que tú misma vives y cómo lo haces.
De la manera más natural, dejándote sentir, dejándote ir, y atreviéndote a preguntar simplemente, en un momento dado: “disculpa, ¿te puedo preguntar algo personal?”.
Entonces te das cuenta de que la otra persona está tan necesitada como tú de compartir lo que le ocurre, que también tiene una historia y unas vivencias que en muchos momentos vive en soledad y que está deseando que alguien le pregunte.
Esto me lleva a otra reflexión acerca de lo solos que vivimos nuestro día a día en muchas ocasiones… Pero me estoy desviando… Ha sido un viaje en autobús a casa enriquecedor, sin móviles alrededor que nos obnubilan la vida, sólo dos personas conversando y de ello mucho en qué pensar, porque de una conversación con alguien que no conoces o que apenas has tratado puedes sacar cosas interesantes.
¿Qué he sacado yo de este viaje en autobús conversando?
Para empezar que es mucho más placentero conversar con alguien que ir como un zombi con el móvil en la mano, y que se nos escapa, pero le estamos dando un valor a las tecnologías que está haciendo que perdamos cosas muy importantes.
Que lo de uno a veces no es tan importante, que no es tan difícil, y que acompañando a otro en un momento dado te olvidas de lo tuyo, que sí, que soy importante pero no soy el centro del mundo y que todos tenemos vivencias duras, que la mía no es lo más de lo más.
Que hay que aprovechar más los días, que sí, que a veces tenemos un día malo, pero cuando tienes uno bueno hay que disfrutarlo al máximo.
Que es importante dejarme llevar y ser yo misma.
También he descubierto que el modo en que decido enfocar un asunto es el que dará uno u otro resultado. Tengo el poder de ver el lado positivo, incluso sacar lo bonito de algo que es aparentemente muy feo.
He llegado a casa agradecida de este encuentro, de haberme atrevido a preguntar algo personal porque ello me ha llevado a otros lugares.
Hoy es un día lluvioso, gris, pero en este momento me siento de otro color, porque hay muchos colores en la vida. Todo depende de mis ojos y mis ojos están vivos, están llenos de esperanza y cuando he dejado a mi vecina, también he visto un color diferente en sus ojos a los que tenía antes de verme.
Somos seres sociales, necesitamos comunicarnos, y estamos muy encerrados en lo conocido. La próxima vez que te montes en un autobús y tengas a alguien a tu lado quizás te atrevas a dejar tu móvil e iniciar una conversación. Te aseguro que me alegro de mi encuentro de hoy, de haberme soltado, de sentir ese otro color en mi vida.

martes, 3 de julio de 2018

NUEVA ETAPA. CONSCIENCIA PARA SER YO MISMA


Este mes, tras cuatro años publicando artículos en mi página web he dado por clausurada una etapa de mi vida como os comentaba el mes pasado, y de aquí en adelante comienza una nueva. Aún no se ha fraguado el cambio ni está definido. Iré fluyendo como las aguas de un río con mi propio ser indicándome hacia donde navegar. Desde hace muchos años, toda mi vida consciente en realidad, tengo una debilidad que se llama escritura. Es para mí una forma de tranquilizar las aguas de mi mente, ordenar mi psique y encontrar calma en mi día a día. En esta nueva etapa de mi vida, a partir de este mes, compartiré mis reflexiones más personales desde
Me siento una persona diferente, más humana, más consciente. Aunque aún no se ha fraguado el cambio en mí sé que estoy en el camino de descubrirme y rehacerme. Hoy más que nunca siento que todo lo que he vivido está dando forma a la que hoy soy.
Como personas únicas y especiales que somos, cada uno de nosotros ha tenido que convivir con su historia. Es ella la que hace que seamos distintos al otro, la que nos define, la que nos otorga nuestras características genuinas. Siendo todos los seres humanos especiales y al mismo tiempo iguales me doy cuenta de que durante muchos años yo he querido ser una persona de esas que se conocen como “normales, comunes y corrientes”. Sin embargo, debido a las circunstancias especiales que me acontecieron en mi infancia, he comprendido que por más que quiera ser así mi historia particular habla a través de todos los poros de mi piel y nunca podré alcanzarlo. También he comprendido que esa “normalidad” no lo es tanto, que ese anhelo por normalizar ha causado estragos en mi vida, pues para normalizar algo que no lo es he tenido que dejar mi ser esencial en el olvido para no morirme en el intento por sobrevivir.
Desde la sociedad en la que vivimos se nos insta a proceder de una forma determinada. Hay unas reglas que seguir. En nuestras propias familias la normalización de los acontecimientos que transcurren en su cotidianeidad hace de nosotros en muchos casos seres desconectados siguiendo otras normas, en este caso invisibles. Cada familia tiene sus propias reglas, nadie habla de ellas, pero todos las siguen ciegamente y, cómo no, yo también lo he hecho porque salirse de ellas significaría la muerte existencial y la no pertenencia. Así normalizamos las formas, las experiencias y de esta manera perpetuamos por generaciones los comportamientos.
Pero de todas las normalizaciones que he vivido, la más dura es la que yo misma me he infringido a mí misma porque me he negado una y otra vez. He negado mi historia, he negado mi existencia y hasta he negado mi propio merecimiento y haciéndolo he callado toda mi vida, he guardado silencio, he mantenido el secreto de mi historia y mi verdad negando su existencia y la posibilidad de sanación.
Después de 46 años ha llegado el momento para mí de aceptar que no soy normal. Tampoco soy excepcional. Tan sólo soy una mujer llena de fuerza y deseos de conectar, de sentir, de ser libre, de vivir lo que otros me robaron en mi infancia.
Llevo bastante tiempo escuchando a los que me rodean, a veces a los muy cercanos, que me dicen que me olvide del pasado, que lo que me sucede es lo que también le ocurre a otros. En esto tienen razón, pero no es algo que ocurra a todos, aunque sí a los ASIs (Abuso Sexual Infantil). Hasta yo misma me obligo a normalizar lo más posible las secuelas que en mí dejo este trauma infantil. Lo hago de tal manera que a veces me obligo a comportarme como lo hace la mayoría aún cuando no tengo las herramientas necesarias para ello porque mientras los demás aprendían a desarrollarse, mientras sus cerebros se formaban de una manera natural con las carencias normales, pero estaban preparándose para vivir la vida que tenían que vivir, mi cerebro, mi cuerpo y mi alma se congelaron.
No pienso que la sociedad funciona de una manera normal. Creo que lo hace de manera bastante anormal, que no se respeta el ritmo natural del ser humano y que a cada uno de nosotros nos han ayudado a alejarnos de nuestro ser. Con demasiada frecuencia el mundo de los adultos deja mucho que desear y los comportamientos que se muestran en muchas ocasiones me parecen de todo menos normales. El hecho de haber vivido un trauma ha conducido a que me haya relacionado con un determinado grupo social. No quiero decir que todos los adultos son poco normales, pero algunos de sus comportamientos….
Soy consciente de que muchos hemos crecido en ambientes disfuncionales y seguramente son estos los que me entenderán, y aunque muchas veces hablo con personas que me señalan lo anormal de ciertos comportamientos, siguen prestándose al juego haciendo oídos sordos a su ser más profundo. Yo lo llamo desconexión.
No es normal, no debería ser normal, que cuando dos personas están teniendo una conversación llegue otra y se olviden de uno.
No es normal, no debería ser normal, que en las familias se silencie y se deje de hablar de las realidades de uno u otro por muy duro o incómodo que resulte.
No es normal, no debería ser normal, que hagamos oídos sordos a los gritos de ayuda que los seres humanos en su sufrimiento lanzan.
No es normal, no debería ser normal, que perpetuemos estos comportamientos y sigamos transmitiendo a nuestros hijos que lo que no es normal lo es.
No es normal, no debería ser normal, vivir en la inconsciencia. Desde luego para mí no lo es.
La consciencia tiene la habilidad especial de sacar del fondo lo que necesita ser sacado. Yo me he visto obligada a hacerlo, a buscar en el baúl de los recuerdos, y no me arrepiento. Es una decisión personal y eso hace que sea profunda y ahonde donde otros no quieren entrar. Es una decisión difícil y un camino duro. No puedo obligar a nadie a hacerlo aunque por años lo intenté. Sé que no funciona así y que cada ser tiene su oportunidad y su elección. Sólo cada uno de nosotros puede transformarse a sí mismo así como sólo yo puedo tomar mis propias decisiones.
Yo he decidido no normalizar. Sé que muchos otros han tomado el mismo camino. Ser distinto en este sentido tiene un precio pero también tiene un valor. El que posee más consciencia también tiene más obligación para con la vida y para con el resto y siento en este sentido que debo nombrar lo que otros no pueden o no quieren.
Deconstruir para volverse a construir es el gran proceso de mi vida. Por el camino he perdido muchas cosas y a personas muy importantes de mi vida pero hoy me siento más adulta. También me siento más vulnerable, más consciente, más yo.
Ahora toca equilibrar los opuestos en mí, descubrir otras formas y otros caminos. Lo viejo ya no me sirve, lo nuevo aún no ha llegado pero confío en que lo hará. A veces me siento en tierra de nadie aprendiendo a habitar mi propio territorio, maternándome conscientemente. Sé que algo nuevo crece dentro de mí. Estoy aprendiendo a pasar la página, a mi propio ritmo, no al de otros, pero todo esto lleva un proceso, un tiempo.
Por delante tengo la hermosa tarea de criar con toda la consciencia que poseo a mi hija. A través de darle a ella lo que yo no tuve percibo que me estoy sanando. Deseo ser la madre que ella necesita, deseo ser la mujer que vine a ser y sigo preparándome para llevar a cabo la tarea para la que vine a este mundo.
Soltando, aprendiendo, avanzando, creciendo….
Mirian Alonso