lunes, 17 de septiembre de 2018

LA VERDAD QUE DUELE


Estos últimos días he tenido la ocasión de hablar con varios amigos de cómo se encuentran. Casi en cada conversación ha surgido el mismo tema: papá y mamá, la infancia, lo que entonces sucedió, lo que aún les supone en su vida actual. Hablar con estas personas me ha conmovido y a la vez removido. Ver el sufrimiento ajeno me traslada al propio sufrimiento que yo he vivido. Les entiendo tan bien...
Cuando sufres abuso y maltrato infantil llegas a adulto muy herido, muy dañado, roto y es muy difícil salir del círculo pero no imposible. Doy fe de ello, porque yo ya siento que he sanado, que me he curado. Por todos los poros de mi piel sale mi verdad, una verdad liberada y trasformada, la herida que habita en nosotros, la primaria, la que es difícil de comprender, la verdad que duele pero que te hace libre. Hoy soy capaz de ver la herida desde fuera, soy capaz de entender de dónde venimos y sé que hasta que la herida no es curada vivimos de prestado, sin paz, sin alegría y en una constante ansiedad.
Llegar a adulto y seguir idolatrando a papá y a mamá, fueran como fueran e hicieran lo que hicieran, es la gran mentira que nos mantiene atados y sin salida. El que hace eso sigue siendo un niño, ese niño sigue herido y reclama lo que nunca llegará. Sigue pensando que él fue el malo porque es imposible para él ver que sus papás le maltrataron y abusaron de él. Si lo hiciera tendría que enfrentarse a la terrible verdad de lo que pasó y revivir el dolor y el sufrimiento que eso implicó para ese ser tan frágil. Y no es fácil, nada fácil, quitarse la venda que impide ver la realidad pero es la única manera de sanar, de vivir… Para mí por lo menos así ha sido.
Me tengo por valiente pero en un momento del proceso en el que tenía que entrar a saco a revivir el dolor, a enfrentarme a mi verdad, me escapé aunque, afortunadamente, cinco meses después regresé. Habiendo vivido tanto abuso me acostumbré a mentirme sobre lo que pasaba para poder sobrevivir, estaba tan acostumbrada a contarme cuentos que crecí y seguí haciéndolo. Sentía que no valía la pena, que yo era culpable de todo lo que me pasó, que no merecía nada bueno de la vida… Sentía eso porque me enseñaron que ellos, papá y mamá, eran los buenos y que lo que hacían lo hacían por mi propio bien, invitándome a mentir, a ocultar, a no sentir lo que sentía,… sin una palabra.
¿Cómo sobrevive un niño a tal infancia? El único camino que escoge es el de soy “malo” porque no puede imaginarse, no quiere imaginarse, que sus papás no le quieren. A tan corta edad un niño no tiene raciocinio, pero su cuerpo ya está registrando la experiencia y todo el ser busca la forma de escapar al horror. Creyendo que sus padres no pueden equivocarse, el equivocado tiene que ser él. No hay, en este sentido, niño malo ni rebelde: Hay padres horribles que, muchas veces, tuvieron también padres horribles, y así para atrás, y que maltratan, abusan, hieren sin fin y destrozan vidas enteras.
Yo fui esa niña pero hoy soy una mujer tranquila, comprometida, luchadora y me siento en paz. Después de transitar un camino duro, de estar perdida, de casi ahogarme en un océano en el que no había más que una pequeña tabla, después de tanta confusión, después de dolerme y desgarrarme hasta romperme, después de reconocer el dolor de aquella niña que fui y llorarla meses enteros, después de una vida llena de rabia y de peleas, hoy soy otra. He pasado por el túnel y al final estaba la luz.
Necesito contarlo porque veo a algunos compañeros y amigos perdidos, enfrascados en la confusión. Conozco las estrategias que tiene la mente humana para escaparse, soy especialista en ello, y quiero decir que se puede salir de ahí, con coraje, con voluntad, con la ayuda de profesionales y con valentía. Se puede salir.
Esos papás y mamás de los que hablo no son las personas que tú crees. Son personas que quizás también sufran y estén heridas pero no han conseguido curarse. Ellos no pueden o no han querido hacer otra cosa. Deja de acusarte, deja de intentar que te den lo que tú necesitas. No vas a conseguir nada por ese camino. Ellos no van a cambiar ni nadie puede cambiar lo que ocurrió. Sin embargo hay alguien esperándote, está dentro de ti. Esa niña interior seguirá buscando hasta que al fin entiendas que la única que puede transformarse, cambiarse y amarse eres tú. Entonces desaparecerá esa soledad infinita que te hace ir en busca de personas equivocadas que hacen que una y otra vez repitas las viejas heridas y que te sigan tratando como una vez tus padres te trataron a ti.
La verdad que duele es la única forma de curar tu alma herida. La verdad es la única que puede sanarte. Sé valiente para enfrentarla y al fin podrás sentir esa luz que tanto ansías.
Ellos lo hicieron, nombro la verdad, pero ya no duele porque yo soy mi madre y mi padre, lo que legítimamente merezco y nadie más que yo puede hacer eso por mí.
Te quiero querida niña, amo tus heridas, eres inocente y merecedora de mi amor incondicional. Gracias a mi historia ahora sé quién soy y hacia dónde voy. Eternamente agradecida.

jueves, 6 de septiembre de 2018

SEPTIEMBRE, LA VUELTA AL COLE




Septiembre es un mes especial para mí. Es un mes de comienzos, de cambios, de apertura a experiencias nuevas. Este año, como años anteriores, vuelvo a sentir la ilusión por esos comienzos y cambios pero, además, también siento otras sensaciones como incertidumbre, inquietud… y percibo una especie de cosquilleo en el estómago. Sobre esto último quiero escribir hoy, de dónde viene, a qué se debe. Al escribir ordeno mi psique y me ayuda a sacar hacia afuera lo que me desasosiega.
Durante muchos años he sufrido una de las secuelas que adolecen las víctimas de estrés post traumático, el denominado suicidio social. Es una secuela que ya siento que está siendo superada. Consiste básicamente en retirarse del mundo social o en provocar dicha retirada haciendo que otros me echaran de su lado o no quisieran estar junto a mí. El carácter rebelde y fuerte facilita que esto se haya producido.
Como soy muy consciente de ello, hace tiempo que le presto toda mi atención a este hecho. Soy una persona meticulosa y me gusta mucho observar. Al haber sido una suicida tengo muchas horas de vuelo. En los últimos años esto ha cambiado dentro de mí, y por supuesto fuera también lo ha hecho, pero hay ámbitos sociales que aún hoy no acabo de comprender. De ahí proviene mi inquietud.
Necesito entender cómo es que hay grupos grandes de personas que se alían para hacerle el vacío a una persona, en este caso a mí. Cuando siento esta separación me involucro emocionalmente y esto me atora.
Todos los seres humanos funcionamos como seres gregarios incluidos en algún sistema familiar, sea del tipo que sea, y funcione este como funcione, porque a veces sucede de manera muy disfuncional. Necesitamos a los demás porque solos tendemos a extinguirnos.
Siendo una persona que en principio me he considerada “rara” durante muchos años, y al mismo tiempo habiendo sido considerada rara por los demás, he llegado a creer que todo ese aislamiento o rechazo era causado por mí. Pero desde hace algún tiempo he dejado de tener esta visión y habiendo aclarado mi historia y mi verdad las cosas han tornado de sentido aunque los demás sigan empeñados en lo suyo.
Te voy a poner un ejemplo de lo que te estoy hablando. Llegas a un sitio de nuevas donde el grupo ya está hecho. Sí o sí no tienes otro remedio cada día que ver a esas personas e interactuar con ellas, como sucede por ejemplo en el trabajo, cuando llevas al cole a tus hijos… De primeras todas las personas te dan la bienvenida pero el tiempo va pasando y empiezas a observar cosas extrañas: personas que dejan de hablar contigo, personas que se dan la vuelta cuando llegan otras personas, personas que te hacen el vacío,… Te sientes incómoda y como es algo que ya has vivido anteriormente y no te sientes muy fuerte empiezas a cuestionarte. De pronto, sin embargo, un día hablas con alguien del grupo, se abre, le cuentas cómo te sientes y te comparte que lo que yo siento es real, y que es así, porque esa persona también ve esos desprecios constantes, ella misma los ha sufrido en ocasiones y otras personas también. Pero esa persona es más fuerte y necesita menos por lo que hace la vista gorda y sigue como si nada con su vida.
Yo me pregunto una y otra vez cómo puede ser que esas personas me traten así. Durante meses he sufrido por ello porque no sabía manejarlo. Cedía mi poder en mí misma y me sentía frágil.
Cada cual ve la vida según sus experiencias pero siempre me ha asombrado la facilidad de muchos de juntarse con cuantos más mejor. Es algo que siempre me ha costado. Soy persona de a pocos y con pocos, aunque también esto lo he ido superando hasta el punto de poder estar en grupos grandes sin sentirme a un nivel inferior o desubicada.
Las personas de esos lugares, en grupo, son piña aunque por separado hablen de manera distinta. Parece que al juntarse se olvidan de lo individual. Ir o ver que alguien va contracorriente no le gusta a casi nadie. Cuando tienes criterio propio y este no se rige siempre por el de la mayoría la relación se complica porque lo diferente, desde el principio de los tiempos, siempre asustó al ser humano. Como muchas otras personas, yo no soy rara, lo sé a ciencia cierta, quizás especial y por sacarle un poco de risa al asunto un poco espacial, pero me gusta ser así. Me gustaría recuperar todo el poder cedido, y aunque soy consciente de que yo misma no elegiría a ciertas personas como amigas, tengo que relacionarme con otras personas y saber estar en todos los lugares sin que sus gentes me afecten a tal punto que me produzca esta inquietud.
Sé que es difícil desmarcarse. Creo que toda mi vida he vivido desmarcada y por ello he pagado un precio pero, sinceramente, me gustaría que la gente tuviera la habilidad de ser un poco individual y tener criterio propio. No digo que no lo tengan pero ante la posibilidad de ser excluidos del grupo se asustan y hacen lo que sea por pertenecer a él soterrando sus criterios personales.
Sigo esforzándome en mejorar. Este nuevo curso tiene especial interés para mí porque este año quiero superar esta asignatura que tengo pendiente. Deseo más que nunca ser yo misma, respetando a todos y sintiendo que los demás también lo hacen. Por ello voy a vivir esta nueva aventura con pasión, como sé vivir, pero con equilibrio y consciencia también. Mi deseo para este nuevo curso que comienza es lograr que no me afecte, que no me bloquee, si fulanita o el grupo de menganita me retiran el habla o no me quieren en su grupo. Deseo aprender y conseguir estar sosegada allí donde tenga que estar con mi cabeza alta sin sentirme menos ni más que nadie.
Septiembre, la vuelta al cole, está llena de incertidumbres y de experiencias nuevas por vivir. Te he contado mi deseo para el nuevo curso. ¿Cuál es el tuyo?