jueves, 6 de septiembre de 2018

SEPTIEMBRE, LA VUELTA AL COLE




Septiembre es un mes especial para mí. Es un mes de comienzos, de cambios, de apertura a experiencias nuevas. Este año, como años anteriores, vuelvo a sentir la ilusión por esos comienzos y cambios pero, además, también siento otras sensaciones como incertidumbre, inquietud… y percibo una especie de cosquilleo en el estómago. Sobre esto último quiero escribir hoy, de dónde viene, a qué se debe. Al escribir ordeno mi psique y me ayuda a sacar hacia afuera lo que me desasosiega.
Durante muchos años he sufrido una de las secuelas que adolecen las víctimas de estrés post traumático, el denominado suicidio social. Es una secuela que ya siento que está siendo superada. Consiste básicamente en retirarse del mundo social o en provocar dicha retirada haciendo que otros me echaran de su lado o no quisieran estar junto a mí. El carácter rebelde y fuerte facilita que esto se haya producido.
Como soy muy consciente de ello, hace tiempo que le presto toda mi atención a este hecho. Soy una persona meticulosa y me gusta mucho observar. Al haber sido una suicida tengo muchas horas de vuelo. En los últimos años esto ha cambiado dentro de mí, y por supuesto fuera también lo ha hecho, pero hay ámbitos sociales que aún hoy no acabo de comprender. De ahí proviene mi inquietud.
Necesito entender cómo es que hay grupos grandes de personas que se alían para hacerle el vacío a una persona, en este caso a mí. Cuando siento esta separación me involucro emocionalmente y esto me atora.
Todos los seres humanos funcionamos como seres gregarios incluidos en algún sistema familiar, sea del tipo que sea, y funcione este como funcione, porque a veces sucede de manera muy disfuncional. Necesitamos a los demás porque solos tendemos a extinguirnos.
Siendo una persona que en principio me he considerada “rara” durante muchos años, y al mismo tiempo habiendo sido considerada rara por los demás, he llegado a creer que todo ese aislamiento o rechazo era causado por mí. Pero desde hace algún tiempo he dejado de tener esta visión y habiendo aclarado mi historia y mi verdad las cosas han tornado de sentido aunque los demás sigan empeñados en lo suyo.
Te voy a poner un ejemplo de lo que te estoy hablando. Llegas a un sitio de nuevas donde el grupo ya está hecho. Sí o sí no tienes otro remedio cada día que ver a esas personas e interactuar con ellas, como sucede por ejemplo en el trabajo, cuando llevas al cole a tus hijos… De primeras todas las personas te dan la bienvenida pero el tiempo va pasando y empiezas a observar cosas extrañas: personas que dejan de hablar contigo, personas que se dan la vuelta cuando llegan otras personas, personas que te hacen el vacío,… Te sientes incómoda y como es algo que ya has vivido anteriormente y no te sientes muy fuerte empiezas a cuestionarte. De pronto, sin embargo, un día hablas con alguien del grupo, se abre, le cuentas cómo te sientes y te comparte que lo que yo siento es real, y que es así, porque esa persona también ve esos desprecios constantes, ella misma los ha sufrido en ocasiones y otras personas también. Pero esa persona es más fuerte y necesita menos por lo que hace la vista gorda y sigue como si nada con su vida.
Yo me pregunto una y otra vez cómo puede ser que esas personas me traten así. Durante meses he sufrido por ello porque no sabía manejarlo. Cedía mi poder en mí misma y me sentía frágil.
Cada cual ve la vida según sus experiencias pero siempre me ha asombrado la facilidad de muchos de juntarse con cuantos más mejor. Es algo que siempre me ha costado. Soy persona de a pocos y con pocos, aunque también esto lo he ido superando hasta el punto de poder estar en grupos grandes sin sentirme a un nivel inferior o desubicada.
Las personas de esos lugares, en grupo, son piña aunque por separado hablen de manera distinta. Parece que al juntarse se olvidan de lo individual. Ir o ver que alguien va contracorriente no le gusta a casi nadie. Cuando tienes criterio propio y este no se rige siempre por el de la mayoría la relación se complica porque lo diferente, desde el principio de los tiempos, siempre asustó al ser humano. Como muchas otras personas, yo no soy rara, lo sé a ciencia cierta, quizás especial y por sacarle un poco de risa al asunto un poco espacial, pero me gusta ser así. Me gustaría recuperar todo el poder cedido, y aunque soy consciente de que yo misma no elegiría a ciertas personas como amigas, tengo que relacionarme con otras personas y saber estar en todos los lugares sin que sus gentes me afecten a tal punto que me produzca esta inquietud.
Sé que es difícil desmarcarse. Creo que toda mi vida he vivido desmarcada y por ello he pagado un precio pero, sinceramente, me gustaría que la gente tuviera la habilidad de ser un poco individual y tener criterio propio. No digo que no lo tengan pero ante la posibilidad de ser excluidos del grupo se asustan y hacen lo que sea por pertenecer a él soterrando sus criterios personales.
Sigo esforzándome en mejorar. Este nuevo curso tiene especial interés para mí porque este año quiero superar esta asignatura que tengo pendiente. Deseo más que nunca ser yo misma, respetando a todos y sintiendo que los demás también lo hacen. Por ello voy a vivir esta nueva aventura con pasión, como sé vivir, pero con equilibrio y consciencia también. Mi deseo para este nuevo curso que comienza es lograr que no me afecte, que no me bloquee, si fulanita o el grupo de menganita me retiran el habla o no me quieren en su grupo. Deseo aprender y conseguir estar sosegada allí donde tenga que estar con mi cabeza alta sin sentirme menos ni más que nadie.
Septiembre, la vuelta al cole, está llena de incertidumbres y de experiencias nuevas por vivir. Te he contado mi deseo para el nuevo curso. ¿Cuál es el tuyo?

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