lunes, 26 de noviembre de 2018

“…Y MIRIAN SONRIÓ …”


Así terminaba el libro que yo, Mirian, había pensado escribir. Sin escribirlo ya tenía el final, tenía clarísimo que ella sonreía después de su dura lucha solitaria… y así ha sido… aunque como todos los finales también hay un punto y aparte y muchas cosas que no se ven.
Sí he decidido sonreír, sí he conseguido lograr determinadas metas que me había propuesto pero no solo sonrío, también lloro lo perdido, lo robado, el vacío que te deja tras una ardua batalla, y sí…sigo adelante con un de montón de proyectos por delante.
Supongo que la vida es eso aunque nadie me lo enseñó. Me he hecho a mí misma y aquí sigo, viva que no es poco. Supongo que muchos de vosotros o todos también convivís con vuestros demonios, con vuestras decepciones, con vuestras experiencias… tan solo soy una más.
Las últimas semanas han sido anormales para cualquier persona de a pie. Mi rostro se ha visto en todos los canales de España por haber sido una de tantas personas que en mi infancia sufrió abusos sexuales, en este caso por parte de mi padre, y mi voz y mis declaraciones se han escuchado por doquier. Ya estoy expuesta y he de confesaros que para mí era una obligación hacerlo. Necesitaba mostrarme sin miedo, sin culpa y sin más vergüenza.
En algunos momentos he sentido orgullo por lo hecho, porque mostrarse así ha sido todo menos fácil pero ya está hecho. Ya no tengo nada por lo que esconderme, nunca lo tuve pero no lo sabía. Lo hice, me destapé, me quité la venda de los ojos y la mordaza de mi boca. ¿El precio?. ¡Qué precio se puede pagar por una infancia robada, la propia vida!.
Pero eso ya acabó, no pretendo ser ejemplo de nadie ni de nada, y tan solo quiero seguir con mi vida. No voy a hacer de esto mi vida, no seré activista de nada, soy una más que venció a su monstruo aunque haya secuelas que quedarán toda la vida. Mi parte ya la hice.
Por el camino he aprendido mucho aunque también he perdido, mejor dicho, me han perdido. Se me han caído personas por el camino pero también han aparecido muchas otras por lo que me siento profundamente agradecida.
Me gustaría pensar que lo hecho ha servido para algo, quizás para alguien, porque tanta exposición me ha dejado sin fuerzas aunque en eso de recuperarlas tengo costumbre Tras cada caída en mi vida volví a levantarme y lo seguiré haciendo.
También me gustaría pensar que las administraciones, los que tienen la sartén por el mango, harán algo después del 19 Noviembre. Me duele pensar que el que sufrió esto y no tiene posibilidades económicas no pueda tener la opción de curarse, porque aquí en el País Vasco tan solo tenemos una asociación especializada en los abusos sexuales pero para poder acceder a ella hay que tener la cartera bien llena.
Pero he decidido no involucrarme más en esto, porque si no haría mi vida de ello y no es lo que deseo. Lo que sí deseo es lo que a continuación paso a relataros, mis cambios, mis planes…
Después de toda una vida de tomar terapia y formarme en diferentes disciplinas, en estos momentos me hallo cursando una formación en Coach. Con mi experiencia vital y todo lo aprendido en las deformaciones cerebrales que sufrimos los seres humanos, las desviaciones, las trampas que nos ponemos, los bloqueos y las resistencias que nos alejan de la vida que queremos, creo que esta formación me complementará en lo que es mi gran pasión y siempre lo fue: el crecimiento y desarrollo personal. Espero en unos meses daros buenas nuevas, aunque ya os avanzo que a partir de junio comenzaré una nueva andadura en este campo impartiendo algunas charlas y conferencias relacionadas con esto que os comento.
Tengo una hija preciosa a la que veo crecer cada día. Le debo como madre una vida digna y libre. Ya rompí la tradición que me ataba al silencio y al abuso en el que crecí durante mi infancia y al que seguía atada hasta hace poquito. Me empeño por mejorarme para ser la mejor madre que mi hija necesita y en esto no hay ningún pero. Se lo debo, me lo debo. No sé lo que es tener una madre que me ame incondicionalmente, pero de esa carencia nació un amor incondicional hacia la hija que tengo. Me siento honrada por la hermosa aventura de la maternidad y defenderé siempre a los niños que son violentados y maltratados de múltiples maneras por sus padres. No tengo otra forma de hacerlo que mejorándome cada día yo misma.
Es increíble la vida, de verdad que sí. Mientras escribo esto repaso mis últimos tiempos y los cambios vividos, pero hay algo que no cambia cuando regreso a casa. Por un instante siento el vacío que mi padre dejó dentro de mí y que mi madre agrandó al dejarme a expensas del monstruo. Ahora soy yo la responsable, aunque mi vacío duele. La niña que habita en mi interior empieza a confiar en mí aunque de vez en cuando me reclama su atención porque es ella y solo ella la que en algunas noches me despierta gritando con que no la abandone, no la deje sola y no vuelva a los brazos del depredador. Sé que tendré que vivir con ello toda mi vida, pero yo he ganado la partida, porque en esas noches difíciles la arropo, la cojo en brazos y la digo…tranquila mi niña, ya no estás sola.
Lo demás ya no importa, los demás…tampoco, los que me fallaron, los que me clavaron un puñal, los que me abandonaron, los que me mostraron rechazo, los que se alejaron por miedo, los que prefirieron el dinero a mi persona… ellos también tendrán sus pesadillas, pero eso ya no me importa. No le deseo mal a nadie, pero ya nadie más se aprovechará de mí porque ahora soy una persona adulta, mi niña interior está cuidada, mi hija tiene una madre que la ama… y a pesar de que este día ese vacío ha vuelto a llamar a mi puerta he ganado.
Brindo por la vida, brindo por los valientes y por todo lo que queda por vivir.