jueves, 4 de octubre de 2018

MUNDO DE ADULTOS, NIÑOS TRISTES


Soy una persona impulsiva, pasional y creo profundamente en ciertos valores que he ido adquiriendo a lo largo de mi vida. Debido a mi recorrido y a mis propias circunstancias he destacado por no seguir siempre la corriente y tener criterio propio. Esto me ha supuesto más de un quebradero de cabeza y con frecuencia he tenido que pagar un precio por esta forma de ser y de desenvolverme en la vida.
En muchas ocasiones me he cuestionado si debía de tragar o funcionar como los demás para poder estar dentro de sus grupos en vez de fuera, pero hay una gran fuerza dentro de mí que me lleva hacia lo que creo justo: seguir mi propio criterio que me sale del corazón y de mi consciencia. Sé que esto tiene un peaje pero el no hacerlo significaría traicionarme y faltarme al respeto.
Cuando tienes hijos, sin embargo, las cosas cambian ya que hay que encontrar el equilibrio entre lo que crees honesto y bueno y lo que consideras que es bueno para ellos. Ser consciente de esto te obliga a tomar caminos que por ti no tomarías pero lo haces porque hay un ser que depende de ti y que está en constante aprendizaje y deseas lo mejor para él.
He tenido que cambiar e ir modificando o adaptando mis propias creencias pensando en lo que es mejor para ella, para que sin ser demasiado diferente pueda vivir una infancia de amigos y juegos. Aun así, sigo conservando criterios propios que no siempre se ajustan a los de la mayoría de los adultos. Como a menudo digo, lo diferente asusta y se rechaza. Muchas veces me pregunto por qué.
Mi hija es feliz y está construyendo su propia vida con sus propios valores, pero en ocasiones se duele porque las diferencias de su madre con el resto de adultos le afectan a ella de una manera indirecta y eso no es justo.
Hoy me siento triste al ver la carita que se le ha quedado a mi hija cuando se ha enterado de que a todas sus amigas les han invitado a un cumple y a ella no. Ella nunca ha celebrado su cumpleaños en el colegio, lo celebra sólo con su familia. ¿Es esto motivo para que no le hayan invitado?.
Son los padres los que juegan a este juego, no los niños. Inconscientemente lo que no les gusta a los padres se traslada sin querer a los niños que no tienen nada que ver. Como no te quiero a ti (madre) no invito a tu hija al cumple de mi hijo aunque este estaría encantado de que tu hija viniera pues son amigos.
Cada cual tiene su propio criterio pero cuando el criterio es masivo ¿cómo se llama a eso? y ¿qué pasa con el que no lo ve de la misma manera? ¿su hijo tiene que pagar el mismo precio?
Me ocuparé de acoger a mi hija y explicarle en su manera de entender lo que a veces hacemos los mayores y por supuesto que en la vida hay momentos para la frustración. Le invitaré a sentirla y a sacar aquello que necesite soltar. Nombraré la verdad, validaré su emoción y estaré a su lado para lo que me necesite.
También hoy daré voz a esa tristeza que hay dentro de mí por las muchas veces que he sido rechazada por no seguir a la masa. Y después seguiré caminando por el camino de baldosas amarillas, orgullosa de mí pero siempre atenta y dispuesta a modificarme y transformarme.

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